jueves, 6 de octubre de 2011
¿CÓMO APRENDO A CUIDARME?
Un pajarito quería aprender a cuidarse y le preguntó a su mamá cómo hacerlo.
Su mamá, que siempre había visto por él, se sintió consternada, porque no pensó que algún día su pichoncito quisiera volar solo.
El pajarito quería saber cómo volar sin enredarse, cómo subir a las alturas, con quién volar, cómo regresar y cómo evitar que le hicieran daño.
Eran muchas las preguntas que su mamá debía responder, por lo que comenzó indicándole todos los cuidados a tener en cuenta.
Apesadumbrada por los peligros a que su pichón podría estar expuesto, comenzó a relatar una serie de posibilidades que podrían llegar a afectarle, desde las más riesgosas hasta la prevención de cuanta ave pudiera cruzársele en el vuelo.
El pajarito, ya asustado con las recomendaciones que le dio su mamá, buscó darle validez a los consejos recibidos, pero se dio cuenta que no todo era tan peligroso como su mamá le había alertado.
Entonces, el pichón dio rienda suelta a la exploración de su propia vida, y se encontró con muchas situaciones difíciles de las que su mamá le había prevenido, y comprendió que ella tenía razón, aunque no todo era tan atroz.
Para entonces, los miedos ya se habían establecido y le habían frenado y paralizado muchos aspectos de su vida.
Los miedos, sin embargo, no podían ser reemplazados por una conducta arriesgada y sin medida.
Los miedos debían ser reevaluados para que se convirtieran en fuente de información, en códigos que el pajarito pudiera descifrar sin paralizarse, pero también sin exponerse al peligro. Fue difícil para el pajarito entender el trabajo tan arduo que la vida le exigía.
¿Cómo escuchar las recomendaciones de su mamá y estar prevenido sin paralizarse? ¿Cómo permitirse volar sabiendo que al final del recorrido no se haría daño? Tuvo que otorgarle más tiempo al proceso.
La respuesta sólo llegaba con el tiempo, pero, más que quedarse contemplando o esperando otros consejos, tuvo que mirar hacia adentro y darse cuenta que no se trataba sólo de la sabiduría de quien había ya recorrido la vida, sino también de una sabiduría interna que comenzaba a guiarlo desde su propia experiencia.
El pajarito tuvo que entender que los riesgos eran personales, que lo que podía ser peligroso para otro a lo mejor no lo era para él y que el camino seguro posiblemente no fuera el que quisiera atravesar.
Así fue como de a poco, sin olvidarse de los consejos que su mamá le había ofrecido con tanto amor y con la mejor de las intenciones, comenzó a elaborar su propio recorrido, entendiendo que la vida no tiene una sola dirección, sino la que uno quiera darle, y que los riesgos y la forma distinta de vivir pueden traer sorpresas inesperadas, algunas difíciles o peligrosas, pero otras de logros personales que sólo uno sabe si valen la pena.
Ni los vientos ni las lluvias, animales o aves que pudieran haberle hecho daño podían interferir en el camino que el pajarito trazó para hacer su propio recorrido.
El refrán dice: “El miedo no es tonto, pero sí cobarde”.
Sin embargo, el pajarito entendió que el miedo es además una herramienta de cuidado personal que bien entendida permite vivir la vida con sabiduría y a plenitud.
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