miércoles, 30 de abril de 2014

ACEPTAR LAS PROPIAS CONTRADICCIONES (Demián Bucay)



Una antiquísima historia zen cuenta que una serpiente reptaba un día por la jungla cuando oyó una voz que la llamaba. 

La serpiente giró su cabeza hacia el lugar del que provenía la voz, pero no vio a nadie. 

-¡Tú, cabezota, aquí! -volvió a escuchar. Y, al girarse, vio con sorpresa que era su propia cola la que, irguiéndose en forma amenazante, la increpaba: 

-Dime una cosa... ¿Puede saberse por qué vas siempre delante? 

La cabeza se sintió indignada ante tal cuestionamiento y respondió con vehemencia: 

-¡Pues porque soy la cabeza! Yo tengo los ojos para ver por dónde vamos, tengo el olfato para perseguir a nuestra presa y los dientes para morderla. ¿Tú qué tienes? Eres sólo un apéndice inservible. ¡Es gracias a mí por lo que avanzamos y sobrevivimos! 

-¿Ah si? - dijo desafiante la cola y, acto seguido, se enrolló alrededor del tronco de un árbol-. A ver si puedes avanzar ahora. 

La cabeza de la serpiente intentó llevar el cuerpo hacia adelante, pero le fue imposible. Lo intentó con más fuerza, pero no consiguió avanzar ni un centímetro. 

-De acuerdo -dijo entonces-, tú ganas. Venga, desenróllate y sigamos. 

-Sólo si me dejas ir delante -dijo la cola dispuesta a hacerle pagar la impertinencia.

A la cabeza no le gustó nada aquella idea pero sabía que, si seguía allí detenida por más tiempo, moriría de hambre. De modo que aceptó a regañadientes. Se intercambiaron los papeles y la serpiente anduvo un tiempo por la jungla con la cola delante y la cabeza detrás. De repente, la cabeza vio pasar un conejo: 

-¡Por allí, comida! -gritó. 

La cola llevó al cuerpo hacia donde creyó que la cabeza indicaba pero, por supuesto, dado que no tenía olfato, se equivocó y enfiló hacia un estanque de agua. 

-¡No! ¡Hacia el otro lado! - gritó la cabeza.

La cola cambió el rumbo pero volvió a equivocarse, con tan mala fortuna que esta vez se dirigió directamente hacia un barranco. 

Al no poder ver hacia dónde iba, la serpiente cayó por el barranco y murió. 

Al igual que la serpiente de la historia, también nosotros tenemos en nuestro interior distintas partes, diferentes aspectos de nuestro ser. 

Con mucha frecuencia, estos aspectos entran en conflicto, es decir, piensan, sienten o quieren cosas distintas. 

De hecho, esto nos sucede todos los días y, en general, no nos ocasiona problemas; es lo que se manifiesta como nuestro diálogo interior.



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